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El vestuario

Opinión, Guillermo Uruñuela -redactor Radio Marca Lanzarote-

  • Radio Marca
  • Cedida
  • Cuando llegas por primera vez a un vestuario no te llama especialmente la atención. No es un amor a primera vista. No deja de ser un habitáculo desconocido al que no le tienes ningún apego. A medida que va trascurriendo la temporada, como por arte de magia, tu perspectiva va cambiando. Empiezas a sentirte como en casa. Empiezas a encontrarlo muy cercano, agradable, como si hubieses habitado allí toda tu vida.

    Todos los vestuarios tienen un color especial. En él flotan las alegrías y las decepciones aromatizadas por un olor común a Reflex, esparadrapo... también a lágrimas de desconsuelo y a sudor del esfuerzo compartido. Empiezas a ver a los tipos que tienes al lado como parte de tu familia. 

    Es una guarida donde muchos se cobijan -o se han cobijado- del día a día. De los problemas, del trabajo, de las circunstancias particulares de cada cual. Todos y cada uno de estos vestuarios tiene vida propia. Con sus respectivos colores, emblemas e historias, pero a fin de cuentas... un vestuario igual para todos.

    En él se fraguan los éxitos y se digieren los tropiezos. Un vestuario unido -en el sentido más humano del término- es sinónimo de éxito casi asegurado. Cada uno, dentro de él, actúa como quiere y como es, dentro claro está, de unas normas conocidas de antemano. En él conviven personalidades muy diferentes pero todos y cada uno de los integrantes del mismo, son imprescindibles para que aquello funcione. 

    Todos  tienen su papel, su rol y su función dentro del equipo. El vestuario te confiere la oportunidad de situarte. Los hay veteranos, jóvenes, introvertidos, chistosos, alegres, pesimistas, críticos con todo y aquellos que entienden la mecánica del asunto y que sólo suman para que todo salga adelante, dejando las emociones individuales, para ponerse a disposición del grupo.

    En definitiva, todos los que han pertenecido a algún vestuario sabrán de lo que hablo. Un día escuché a un entrenador antes de una fase de ascenso a Segunda B decir: "Chicos gocen. Nunca volveremos a estar en este vestuario sentados los que hoy lo ocupamos. Con que falte uno de ustedes ya no será el mismo". Por eso aprovecho para decir a todo aquel que esté en uno de ellos que lo valore, lo exprima y lo disfrute, porque aunque esa sala permanezca en el campo, el alma que hoy lo habita, nunca volverá a ser igual cuando el árbitro pite el final del partido.

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