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La gran diferencia entre perder y no ganar

Artículo de opinión de Guillermo Uruñuela, redactor de Radio Marca Lanzarote

  • Guillermo Uruñuela
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  • En ocasiones, los que nos dedicamos a juntar letras, tenemos una idea merodeando por la cabeza que permanece inerte hasta que un hecho de actualidad la devuelve a la vida. Ayer, todos los seguidores del fútbol pudimos apreciar cómo el PSG perdió el partido ante el Real Madrid. Con ello no quiero restarle un ápice de mérito al conjunto blanco que de haber caído en el choque, tras el doble de cambio de Asensio y Lucas Vázquez, yo nunca hubiese afirmado que perdió el envite sino que no pudo ganarlo.

    No tengo título de entrenador -ni quiero- pero en el hipotético y remoto caso de serlo en un futuro, puedo asegurar que mis equipos nunca perderían. Luego la competición, el verde, el acierto o los fallos me otorgarían unas tablas, una victoria o unos partidos "no ganados". Porque el hecho de perder, más allá de lo que señale un electrónico, es un estado; una circunstancia controlable. Los míos jamás perderían porque para salir derrotado tienes que alejarte de manera completa o parcial de la intención de ganar.

    El fútbol es equiparable a otros muchos ámbitos de la vida y en sí guarda ciertos tintes bélicos -no hablo de violencia en los campos sino del planteamiento táctico de los equipos-. Cuando tú resguardas tus filas por el miedo que te genera la artillería contraria has empezado a perder, aunque luego te adjudiques la victoria. Es un pulso de fuerzas y aquel que no se arruga, a la larga, suele coronarse. 

    Por eso, me gustan los equipos ganadores aunque pierdan y detesto con todas mis fuerzas a los del otro bando, de la misma manera que alejo de mí a los quejosos, a los mustios, a los tristes y a los que salen a perder aunque, de manera circunstancial, ganen. 

     

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