La retirada de un "grande"
Tras cuatro años de regreso al fútbol sala, Domingo Travieso, se retira con y recibe un emotivo homenaje en su último partido en casa
Lo que empezó como un sueño improbable terminó convertido en un momento inolvidable. Ayer, la cancha de Playa Blanca fue testigo de una de las escenas más emotivas de la temporada: la despedida de un jugador que, tras más de dos décadas alejado del fútbol sala competitivo, decidió regresar y culminar su etapa con un homenaje a la altura de su entrega.
Hace cuatro años, y contra todo pronóstico, Domingo Travieso, jugador que se atrevió a volver a las canchas, no en un equipo de veteranos, sino con jóvenes del Campos de Lanzarote FS. Aquel atrevimiento fue el inicio de una segunda juventud deportiva que cerró este martes con broche de oro.
A falta de pocos minutos para concluir la primera mitad del encuentro de semifinales de Copa frente a La Graciosa, el técnico solicitó un tiempo muerto. Lo que ocurrió a continuación fue inesperado y profundamente conmovedor: ambos equipos formaron un pasillo de honor. Jugadores, cuerpo técnico y público se pusieron en pie para rendir homenaje a un compañero cuya historia había trascendido los límites del deporte.
“Ahí, en ese momento, entendí que había llegado el final de la aventura”, confesó Domingo, emocionado tras el partido. Con su familia en la grada, sus amigos presentes y el aplauso de toda la cancha, recorrió el pasillo entre abrazos, gestos de admiración y muchas emociones. El gesto culminó con la entrega del brazalete de capitán a su compañero Wacho, símbolo del traspaso y cierre de una etapa.
La jornada fue redonda: el equipo logró la victoria, avanzó a la final de Copa, y el homenajeado firmó un auténtico partidazo. “Me sentí orgulloso, muy orgulloso, de no haberme equivocado ese día que le dije al míster: '¿Puedo entrenar con ustedes?'”, añadió.
“Hoy se cerró una etapa con un día de ensueño. Gracias a todos los que me hicieron sentir el mejor jugador del mundo, porque ustedes demostraron ser las mejores personas de la galaxia”, concluyó con el corazón en la mano.
Una historia que demuestra que nunca es tarde para soñar... y volver a jugar.