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Un 'hombre de hierro' forjado a fuego

Roberto Betancort consiguió ser, en el Ironman Lanzarote 2018, el mejor conejero de la general

  • Radio Marca
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  • En ocasiones se dice que la ficción supera a la realidad pero no es el caso de la historia que les acercamos en el día de hoy...

    Roberto Betancort tiene un camino particular en el mundo de los triatlones. De los cerca de dos mil participantes en la última edición del Ironman Lanzarote 2018, muy pocos privilegiados afrontan el reto con el cartel de "profesionales". Es decir, pese a ser una prueba no apta para todo el mundo, la mayoría de los osados triatletas que se dan cita a las 7:00 de la mañana en Puerto del Carmen son amateurs. Personas que lejos del confort profesional de ese elenco de elegidos, compaginan sus quehaceres laborales, sus responsabilidades e incluso sus horas de ocio con entrenamientos que rozan lo delirante.

    No es erróneo pensar que la prueba en sí, es lo más llevadero en el arduo y tedioso proceso preparatorio. Porque para afrontar un reto así, al que le tienes que dedicar tu vida durante meses, uno tiene que estar hecho de una pasta diferente y contar con una fuerza de voluntad extinta en la sociedad de confort en la que nos ha tocado vivir.

    Roberto es bombero en el Parque de Central de Argana y hace cuatro años apenas utilizaba la bici en su día a día. Como a todos los atrevidos que se enfrentan al Ironman, le llegó la fecha en la que decidió emprender la prueba reina de Lanzarote. Es algo que quizá no pueda tener una explicación racional para el resto de mortales. ¿En qué momento uno decide entregarse en cuerpo y alma a una prueba en la que el sufrimiento está constantemente presente, y que, no sólo no te reportará ningún beneficio económico, sino todo lo contrario?

    Pues Robert cruzó la línea y abrazó su particular punto de inflexión. A raíz de eso, ha disputado 3 Ironmans en 4 años. En esta última edición, en concreto, se proclamó 'mejor conejero', parando el crono en 10:29:19. *Se ha generado algo de polémica al respecto ya que Iván Raña -segundo de la general- recibió el premio al mejor residente (porque lo es) pero quizá habría que revisar ese galardón para que pudiera recaer en el mejor conejero de cuna (Raña es gallego).

    Más allá de ese pequeño tema escabroso, Betancort se siente profundamente satisfecho no sólo por haber terminado la prueba, sino por haberlo hecho con unas marcas que se asemejan más al profesionalismo que a otra cosa.

    Comenzó la aventura con una bicicleta de 500 euros (algunas en el Ironman pueden llegar a tener un valor superior a 13.000 euros) y, cuatro años después, mantiene intactas sus ilusiones. Una ilusión que se cuece a fuego lento; que se trabaja en la sombra durante muchos meses para, llegado el día, disfrutar en silencio, y a veces en soledad, de un triunfo personal que no ocupará ninguna portada.

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